Artículo Vueling
El término 'Vueling' significa "con retraso de dos o tres días". Normalmente, el retraso tiene una explicación que —en la mayoría de los casos— no coincide con su justificación. En mi caso, el retraso de este artículo fue debido a la imposibilidad de satisfacer todas las ofertas y demandas en las que me hallo sumergido. Tras los últimos episodios habidos en mi comparsa y tras el exceso de trabajo de los últimos meses, decidí desconectar del mundo y largarme con Luisa a pasar unos días a la costa granadina. Y como de las cuestiones de régimen interno de mi comparsa he decidido no volver a hablar —porque entiendo que no son de dominio público sino privado— pues hablaré del turismo en la costa de Granada.
El verano pasado por estas fechas, algunos lectores recordarán que publiqué un artículo titulado 'La Costa de la Catana', en el que denunciaba el abuso de la industria hostelera desde Cádiz hasta Tarifa, a la geográficamente se le conoce como Costa de la Luz, pero que a la sombra de esa Luz, se esconde la sombra de la estafa y de la concepción del turista como un gilipollas que viene para que te hagas rico en dos meses ofreciéndole un pésimo servicio (sin incluirle el levante, claro está, que no es culpa de nadie, pero que también está ahí. Y bien que está…).
A los tuyos con razón o sin ella. Por supuesto. Pero a los que no son tuyos, si llevan razón, también hay que dársela, que lo valiente no quita lo cortés. No vamos a comparar las costas, los acantilados, las playas, las carreteras, los vientos ni las temperaturas. Pero los servicios, sí.
En primer lugar, al sentarte en la terraza de un bar, tal como llega a atenderte el camarero (o la camarera), te sientes como si estuvieras en un país distinto. La forma del saludo, sin reverencias, pero con estilo. Al pedir cualquier refresco, cerveza o vino, lo primero que te ponen es una deliciosa tapa de lo que sea. Y NO TE LA COBRAN. Cuando pides la cuenta, no te la traen como el que te hace un favor. Y al leer el total y los conceptos desglosados —siempre reproduciendo la carta, y sin ningún añadido pirata de pésimo gusto— observas que el precio por lo que has tomado y el trato recibido están en feliz proporción, como mínimo (por no decir que lo supera con creces). Entonces sales del bar o la taberna con una sensación de agradecimiento y entusiasmo que te invita a volverte a sentar en el próximo establecimiento que te resulte atractivo a la vista. Y de nuevo se repite la historia. Y así sucesivamente.
Me dio por preguntarle a un camarero de allí por sus condiciones laborales. Cuando me las contó, entendí parte de la historia. Pero eso, parte. Hay otra parte que entendí sin que nadie me la explicara. Allí el turista es —literalmente— un medio de vida, y como tal se le trata. Allí la hostelería es un servicio real. Además es un profesión pagada a la altura de la calidad de los profesionales. Y hablando de profesión, todos, tanto empresarios como empleados, la conciben como tal, como profesión, coño, como profesión, no como un ardid pirata para dar un pelotazo que te permita vivir de puta madre diez meses trabajando dos. Me refiero al "empresario", claro, el pobre trabajador sobrevive 10 meses trabajando dos. ¿Trabajando? Bueno. Digamos que esta es la forma políticamente correcta con la que el capitalismo designa la neo esclavitud: los esclavos de "antes" salían más caros que muchos de los trabajadores de ahora. ¿Para qué volver a la esclavitud teniendo a los pringaos estos que —encima— se dan de hostias por ocupar los "puestos de trabajo" que les ofrecemos? Y, para colmo, estos empresarios de mierda quieren que sus esclavos trabajen como los de la costa de Granada. Ni aunque les pongan cadenas y vuelvan a darles con el látigo (que, metafóricamente, la mayoría ya lo hacen).
En la Costa de la Catana, los empresarios no son profesionales. Por eso no quieren a trabajadores profesionales, porque "su" hostelería no es una profesión, sino un tipo institucionalizado de mafia. No les importa que muchos de sus empleados no sepan poner un café en condiciones. Muchos no tienen ni la delicadeza de traerte la cuenta como dios manda. Se limiten a decirte el total. Pero es igual. Normalmente el gilipollas que está sentado, se saca la cartera y paga. Y en ocasiones hasta deja propina. Pues nada, que siga el negocio (el negocio de unos cuantos, claro). Ahora: sólo pido que luego no se quejen del levante…
JUAN CARLOS ARAGÓN
Los problemas de régimen interno son de ámbito privado, correcto. Luego, cuando llegues a la final, no incluyas marujeos y dejes fuera del Falla grandes pasodobles.