Tirititrump, trump, trump
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La verdad es que no sé de qué se asusta la gente. América se distingue y supera a España —entre otras quince mil cosas— en que premia al fuerte y olvida al mediocre. El principio explicativo de la evolución, la selección natural, allí la tienen mejor asumida que aquí, por eso les resulta más fácil liderar el mundo. Lo de la igualdad no ha sido un invento rentable. Quizá para los débiles, pero jamás para el conjunto. Tan humano como poco animal —lo que no deja de constituir una de las grandes paradojas del progresismo— resulta descorazonador que ya los number one de sus promociones no se planteen la política ni como posibilidad. La política en España es un coñazo que ni resuelve ni divierte, ni es justa, ni honesta, ni pura, ni auténtica, ni transparente, ni sabia, ni guapa, ni buena. El otro día oí decir al coleta que “la gente está harta de que los partidos tradicionales se vendan a las clases financieras”. Le faltó decir que también está harta de que los partidos emergentes jueguen a la política con las mismas reglas del juego que los tradicionales. Así no se renueva la política. Es la autopista para que los políticos nuevos se cubran de caspa.
Ya me hubiese gustado a mí tener a un Trump en mi país, no tanto para votarle —el circo nunca fue una de mis grandes pasiones— como para divertirme, que es lo único que le pido ya a la política. ¿A Hillary? ¿La que se comió las babas de la mamona aquella? ¿Que parece salida del convento de las Carmelitas Descalzas con tacones? Enga ya, primo. Esto es América. La vida tiene el mismo sentido que aquí… pero parece que tiene más, de momento, porque ser americano es un orgullo, aunque solo sea para ellos. Lástima que nosotros no podamos decir lo mismo. Cuando un español muestra su orgullo de serlo, el resto lo acusa de facha. Que lo suele ser. Pero eso en sí —ahora— no es lo grave. Lo muy grave es que acusemos al que se siente orgulloso de ser español. Empezando por mí. Pero empezando mal. Lo reconozco.
¿Alguien cree de verdad que Trump va a levantar la tapia de México? ¿Qué queréis que diga de las mujeres si la suya es un barril de plástico pagado con tarjeta en la periferia del imperio ruso? Pero, dime, primo, ¿quién vacila más? ¿el Trump este dando hostias en el cuadrilátero de la W o el pavo de Mariano caminando deprisa como un pato con fístula? Por Dios, no comparemos. Ya que no dan justicia, al menos que den espectáculo.
Hay quien no comprende cómo el voto inmigrante ha sido clave. A ver, el mestizo que tiene sus papeles en regla, su trabajo y su nacionalidad, quiere asegurarse. Que no venga ninguno más, que no cabemos. Peor es lo nuestro, que todavía hay más de cinco millones de puteados por el gobierno del PP que lo siguen votando, sean pequeños empresarios, funcionarios, obreros, estudiantes o futbolistas. Más de cinco millones, primo. Y estos te dicen, ¿a quién íbamos a votar si no, a los Spanish Clinton's? Lo que ocurre es que Clinton aquí son todos, unos por corruptos, otros por continuistas, unos por lacios y otros por listos —“listillos”, más bien, que es el término que mejor representa al sabio español de izquierda a derecha y de norte a sur—. En España la corrupción no solo no se castiga, sino que se premia, quizá para que se instale definitivamente y la disfrutemos todos.
Llevamos días y días con el capítulo americano en el plasma, pegado a él como si fuera el precio. En verdad, a nosotros nos importa tres carajos lo que pase en América. Miramos para allá para no mirar adentro, que es donde tenemos la alcantarilla rebosando. Y en el fondo, ese interés mediático por si Tirititrump-trump-trump o si Tirititrump-trumptrero, no responde más que a la envidia de ser americano y poder decidir entre dos opciones, una mentira nueva y otra vieja. El sueño americano o el americano con sueño. Poder decidir entre algo. Nosotros ya ni podemos decidir. Todavía no he escuchado a un político español decir qué va a hacer. Y cuando lo dice y se ve con posibilidades de gobernar, da un giro hacia el interior y envuelve su promesa en un nuevo formalismo que lo habilita para no tener que cumplirla. Esa táctica ya está muy pasada, picha, que llevamos desde el 82 viendo el telediario.
Si en Cádiz se presentara un candidato diciendo que iba a prohibir el carnaval, yo lo votaba. Prohibiéndolo podría hacerlo crecer más que filtrándolo: el filtro, el principio activo para la depuración de los tóxicos. Si quieres la guerra, prepárate para la paz.
JUAN CARLOS ARAGÓN