Distancia de seguridad de la DGT

Flipo con la campaña última esta de la DGT en la que hablan del “quinteto de la muerte”: la velocidad, el móvil, el alcohol, las drogas y los fármacos. Los muy gilipollas —porque no les cabe un apellido mayor— distinguen entre fármacos, alcohol y drogas, como si el alcohol y los fármacos fuesen otra cosa. Todavía no se han enterado que el alcohol y los fármacos son drogas como la maría y la farlopa, pero de mayor peligrosidad, porque ambos se venden en los establecimientos de los que ellos recaudan y, por tanto, su consumo responde a un privilegio social o a una prescripción médica.

No hay más quinteto de la muerte que el del Morera. El de la DGT, si acaso, es un trío. Para ser un cuarteto le falta una de las mayores atrocidades normalizadas en nuestras carreteras: la sistemática pasada por la polla/coño de la distancia de seguridad, hábito que no consigo entender a menos que me lo expliquen desde la subnormalidad profunda o la irresponsabilidad homicida (o ambas, que muchas veces vienen juntas por defecto).

Admito que las normas de tráfico son de los pocos códigos sancionadores que nos conviene respetar por la salvaguarda de nuestras vidas. Pero también sabemos todos —ellos, los primeros— que nuestras vidas también corren peligro por culpa de su negligencia, incompetencia e interés económico. Es algo así como la industria farmacéutica pero sobre ruedas: está forjada sobre grandes mentiras que matan más de lo que curan, pero es un negocio del carajo. Y eso manda.

Además del lamentable estado de miles de kilómetros de carreteras secundarias, llama poderosamente la atención el derroche de ingeniería redentora que aplican en radares recaudatorios en otros tantos miles de kilómetros en los que no superar la velocidad permitida es más peligroso que hacerlo a riesgo de que te multen, porque si la DGT no sabe —o no quiere— respetar la máxima circulatoria de adaptar la velocidad a las características de la vía es porque la recaudación por multas es más rentable que la conducción cómoda y segura. Sin ir más lejos, desde Cádiz hasta Chiclana.

En cambio, la actitud criminal y chuleta (o mongólica) de pegarse al que va delante, además de no incluirse en su “quinteto de la muerte” no es perseguida y sancionada como el resto de las infracciones gravísimas y de riesgo extremo. Se limitan a catalogarla como nuestra “asignatura pendiente”. Suscohoneahí. A ver si en septiembre aprobamos…

Tampoco ponen sobre la mesa nunca la enorme siniestralidad (mortal, en la mayoría de los casos) de las scooter de 125 cc en nuestras urbes. Es lógico. Los fabricantes de motos le ganaron la batalla sin que sepamos a cambio de qué. Un 90% de estos siniestros involucran a conductores de scooter que se la compraron tras cumplir los tres años de carnet de coches, como dando a entender que, tras ese período, el usuario está facultado para conducir una moto de 125 (que se pone a 120 kms/h en menos de 10 segundos). De vergüenza no: lo siguiente. Y ahí, la DGT calla como una puta.

Por último, la demoledora campaña de esta semana sobre las furgonas, lo único que pone de manifiesto es que los “profesionales” de la carretera son potencialmente los conductores más peligrosos. Los pobres, beben y se drogan más que el resto porque su trabajo es un coñazo, entiéndase. De lo que deduzco que para impartir clases de filosofía, en casos espeluznantes como en el de Platón y Descartes, profesores y alumnos sería lógico que rulásemos gaditaníssimas trócolas colectivas de resina, pues facilitaría sin duda el entendimiento de lo ininteligible cuando nos ponemos en modo “comun sense”. Será cuestión de probar…

En estos meses de convivencia beligerante entre veraneantes, juerguistas y profesionales, nuestras carreteras son realmente emocionantes, sobre todo cuando vas sobre dos ruedas, que es como se aprecia mejor la cantidad de homicidas frustrados que nos rodean y la vista gorda y la connivencia de las autoridades competentes (o incompetentes). Ahora, eso sí: como te pases de tiempo en la zona azul, es también antirreglamentaria la velocidad a la que aparece esa especie de guardias aficionados que te multan por aparcar en un suelo que ya te ha cobrado el ayuntamiento en el impuesto de circulación para posteriormente arrendárselo a una empresa que lo explote. ¿Seguimos?

Todas las sanciones para las infracciones que ponen en peligro la seguridad vial son pocas. Te lo compro. Pero también te quiero vender sanciones para los ineptos que coordinan las campañas desde arriba, “equilibrando” nuestra seguridad con la recaudación ilegítima de impuestos indirectos.

O sea que, al final, creo que en el quinteto de la muerte habría que incluir a quienes no guardan la distancia de seguridad y a la propia DGT, de la que también es conveniente guardar distancia para conseguir el otro “equilibrio”, el de nuestra integridad física y económica. Si periódicamente los conductores tuviésemos que pasar controles antidoping y reconocimientos psicológicos, quizá no se renovaran la mitad de los permisos de conducción. Sería interesante. Pero no para ellos, claro. La DGT hace muy bien una parte importante de su trabajo. Y es una pena, porque la que no hace —o hace mal a sabiendas— deja con muy poco efecto a la primera.

JUAN CARLOS ARAGÓN