Un cheque en blanco de ilusión
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Lágrimas. He llorado no pocas veces en mi vida. No me da vergüenza ni hacerlo en público ni reconocerlo. Es verdad que he llorado más veces de alegría que de tristeza y en el fútbol.
Esta semana, sin ir más lejos, se me rompió el corazón viendo como daban una paliza a un aficionado portugués delante de su hijo, con una porra antirreglamentaria y sin ningún miramiento. Cabrones. (Adjunto vídeo para que entiendan que mi insulto es justificado)
Con el Valencia me pasa algo similar. Sí, porque el sábado lloré sabiendo que el Valencia vuelve a la Champions, recordando las lágrimas de alegría, mis tiempos mozos de periodista cuando viajaba por Europa y conocí a mi esposa entre un desplazamiento a La Coruña, otro a Holanda y uno más allá a la Conchinchina… qué se yo.
El caso es que estaba currando en la redacción de ElDesmarque de cuerpo presente pero con la mente en otra parte. A mi lado, el más joven, Álex López Sanfeliu, 'Sanfe' para los amigos. Le veía saltar, gritar, vibrar y me veía a mí mismo veinte años atrás, cuando las cosas me importaban tanto como ahora pero las vivía de forma distinta. Ahora lloro, de alegría, pero en privado, ya en el coche. Solo. Ahora saboreo lo importante que es estar en Champions, al igual que lo es para el Levante permanecer en Primera. Ahora sé que es un cheque en blanco de ilusión y de alegría para un futuro prometedor y que si el equipo jugó mal o tuvo suerte es secundario.
Ahora lloro menos, pero sufro más
Ahora me he hecho mayor. Veo las cosas diferentes, como decía lloro menos que antes, pero se me encoge el pecho mucho más. La edad y la aparición en escena de personitas como Víctor hacen que te plantees el fútbol, el Valencia, el Levante la vida de otra manera. Relativizas lo poco importante, le das valor a lo que tiene. Por eso, de todo lo que rodea el fútbol, de todo el negocio en que se ha convertido esto del deporte rey, lo que más hace que mi patata palpite sigue siendo el brillo de los ojos de los aficionados cuando ven a su equipo, a sus ídolos, cuando se gastan lo que no tienen –dinero, tiempo, esfuerzo- y se arriesgan a la regañina de esposos, mujeres, padres e hijos por locuras como ir a Almería a animar a su Valencia. Por experiencias como ir a un aeropuerto a hacer cola para esperar a su equipo. Por robarle una foto a Peter Lim.
Yo de marketing sé poco, de inteligencia emocional aún menos, pero sé que esa fuerza interior puede mover el mundo y puede con todo. Sé que esa gran familia ha acogido a Peter Lim como un salvador (buen detalle de irse a Almería incluso antes de que la gente empezara a hacer colas, pero mejor aún volver de la mano de Alves -qué mala suerte- y con el Selfie de Mustafi en el bolsillo); sé que la afición necesitaba celebrar y disfrutar, por eso estalló con la clasificación para la Champions en el bolsillo.
Quizá, en frío y desde fuera, pudiera parecer exagerada la celebración del cuarto puesto. Lo admito. Sin embargo, he visto mucho 'aficionado nuevo'; joven, recuperado para la causa que se habían quedado en el camino. Y veo también mucho orgullo valencianista nuevo. Cada vez hay más senyeras y más camisetas del Valencia en la calle; cada vez hay menos pudor por mostrar el valencianismo. La reflexión la sacamos al alimón Fernando y yo en la comunión de Icíar (¡Qué guapa estaba la princesa!) y deja un poso de que, socialmente, las cosas se han hecho bien, muy bien.
Para más adelante quedarán preguntas que me asaltan tales como ¿por qué el Valencia sufrió tanto para entrar de nuevo en la élite a pesar de tener una puntaje tan impresionante? ¿Dónde está el límite de este equipo? Pero eso lo dejaremos para otra columna. Ahora toca disfrutar y, ésta vez sí, feliz, felicísima semana.
David Torres
Delegado ElDesmarque Valencia
Da gusto leerte. Cada vez escribes mejor. Gracias por el reportaje fotográfico con el que has conseguido que el sentimiento salga a flor de piel. Son muchos recuerdos que siempre estarán ahí.