Machín tiró la Copa

Voy a empezar este texto diciendo que creo en Machín. Hasta la fecha ha sacado petróleo de una plantilla corta y mal confeccionada e incluso lo ha hecho con cierta brillantez en algunos momentos. Desarrolla su primera experiencia en un club ganador y está aprendiendo, y mucho, aunque últimamente a base de caerse... y de qué manera. Incluso me gusta su discurso mesurado, coherente y caballeroso por mucho que se haya fallado alguna vez, porque al fin y al cabo, dicho discurso es el mejor que tiene el Sevilla.

El problema es que el Sevilla no da tregua. Las 18 finales obligan y no valen las excusas. El Barça es el mejor equipo del mundo, un rodillo, una máquina insaciable que nunca falla, pero de ahí a que siempre te pinten la cara hay un trecho. Porque te la pintaron otra vez y, por momentos, en modo 'cachondeito', que duele más. Y eso ocurrió por muchos motivos, pero el principal de todos ellos es que Machín falló gravemente: Antes y durante el partido.

Desconozco cómo entrena Juan Soriano, no sé si va a ser un portero de garantías, internacional o guante de oro en el futuro, pero sí sé que ahora mismo no está en condiciones de defender la portería del Sevilla, y menos en el Camp Nou. Ya lo había demostrado en Villanueva de la Serena y en Bilbao y por ahí empezó a desangrarse el Sevilla. En ese aspecto la responsabilidad de Machín es compartida con la dirección deportiva: Caparrós y los suyos siempre creyeron que no era necesario fichar otro portero que compitiese con Vaclik a pesar de que el checo tiene una rodilla de riesgo (crucen los dedos... ) y esas cosas acaban pasando factura. Antes del partido ese fue el error principal al margen de, y esto se presta más a debate, no contar con Ben Yedder y el Mudo.

Pero si grave fue lo de Soriano, peor aún fue la gestión de los cambios, como en el Bernabéu. Quitó a Roque Mesa, que había sido de los mejores, y a Banega, que, aún sin cuajar un buen partido, estaba comandando el ataque del equipo cuando este se había metido en el partido. El Sevilla con ellos y el 4-1 estaba vivo, llevaba peligro al área de Cillesen y tenía opciones de marcar y clasificarse, pero el entrenador lo partió con sus cambios y ya no se generó nada más en ataque, el Barcelona olió la sangre y acabó metiendo dos goles de esos que los buenos equipos saben no encajar, aunque sea a base de dar alguna mala patada.

Ahora quedan la Liga Europa (ahí el Sevilla parte con la ventaja que le conceden el respeto y la plata ganados) y una Liga poco exigente que cifrará en poco más de 60 puntos la plaza de Liga de Campeones, una bicoca para un equipo que estará en esos números ganando apenas la mitad de los puntos en juego y que tiene elementos de sobra para no caerse a pesar del varapalo del Camp Nou. El Sevilla se tiene que levantar de la mano de Machín, construir una competición europea bonita, no equivocarse mucho en LaLiga y cerrar la temporada lo más dignamente posible, pero ojo, ya hay una variable que no está en su mano: Los vasos comunicantes funcionan y el Betis está a dos partidos de una final. El éxito o el fracaso del equipo de Setién también marcará la temporada del Sevilla en general y de Machín en particular. Que tome nota el de Soria, aún tiene que aprender.