La Liga del Coronavirus y El Gran Derbi del ERTE

Los labios del fútbol sevillano quedaron sellados por el coronavirus cuando ya degustaban, entre babas de ardor fratricida, la miel del siempre incierto derbi. La humanidad se vio obligada a centrarse en las cosas importantes, entre las que el fútbol debería considerarse la menos importante. Pero la eterna rivalidad no descansa ni confinada. Y entonces en Sevilla se dio el saque inicial a la Liga del Coronavirus, cuyo gran acontecimiento ha resultado ser El Gran Derbi del ERTE.

Los dos equipos de la ciudad están mostrándose muy competitivos en esa Liga, sumando muchas más victorias que derrotas. Espejos fidedignos de una sociedad, la andaluza, que demuestra estar a la altura de cualquier rival en la competición que nunca nadie quiso disputar, la del enemigo común e invisible.

Betis y Sevilla, Sevilla y Betis, le están metiendo goles de todos los colores a la pandemia, fabricados a base de regates de solidaridad y pases largos de empatía. Llamadas a los socios de más edad, el público más fiel y de más riesgo; donaciones variadas; iniciativas de los propios jugadores…dos clubes ejemplo de consideración con el de al lado.

Ni el coronavirus ni una bomba nuclear

Pero si la vida en Sevilla ya es dura sin fútbol e insufrible en cuarentena, imaginémosla sin rivalidad balompédica. Ni de coña. Ni el coronavirus ni una bomba nuclear la eliminarían del ADN de los aficionados de la ciudad. Los de por aquí estamos programados para soportar la más cruel de las torturas, aunque no para una existencia plana donde de cuando en cuando (o cada diez minutos) no se le pueda pegar un buen tirito al de enfrente.

Que si tú no has tenido la decencia de ponerle el lazo negro al escudo; que ya quisieras tú montar un hospital de campaña como el mío en tu estadio; que si los sanitarios recurren a mis colores para animar a la gente; que si mi himno es el más versionado. Veleidades mundanas para aplacar el padecimiento de un vivir congelado.

Diríase que los dos equipos libran una bella pugna en la cabeza de la tabla en la Liga del Coronavirus. No obstante, El Gran Derbi (el del ERTE) es otra cosa y ahí el Betis ha ganado por goleada, haciendo que su afición no quepa de orgullo. Solucionando la temporada, vamos.

Lo cual no quiere decir que el Sevilla no haya competido. Ha hecho su partido: se ha acogido a una medida legal y recomendable para la mayoría de las empresas en esta situación. De hecho, ha cumplido con la recomendación de la patronal de clubes. Pero no estaría muy contento con su planteamiento si se ha visto abocado a hacer varios cambios de urgencia en el tramo final del encuentro.

El 'chocolate del loro' y la mujer del César

Rectificar es de sabios y algo han ayudado sus últimos movimientos a atemperar el golpe a la imagen. Porque cuando hablamos de magnitudes económicas por encima de los 200 millones de euros en sociedades que reparten beneficios extraordinarios, los sueldos de unos cuantos currantes no dejan de ser el chocolate del loro. Y ayudarse del Estado para sostenerlos hace que Pompeya, la mujer del César, lo sea aunque sin parecerlo del todo.

También porque en el próximo mercado de fichajes que se abra, sea cuando sea, llegarán desembolsos espeluznantes que indefectiblemente dislocarán letras de melodías recurrentes en las conciencias de esos curritos: “Y es por eso que hoy vengo a vERTE…”.

Será que los dirigentes han pensado en cuidarse de alguna denuncia por mala praxis empresarial o que ha pesado sobremanera aquella frase de Benjamin Franklin, padre fundador de los Estados Unidos: “Cuida de los pequeños gastos; un pequeño agujero hunde un barco”.

Independientemente del resultado de El Gran Derbi, lo que sí ha costado igual a los dos equipos ha sido la preparación de sus respectivas plantillas para el partido. Pese a que pueda parecer increíble, no resultó fácil convencer a algunos de los millonarios sueldos de que llegaba la hora de la solidaridad. Y ahí radica la mayor desesperanza. O la única realidad: sólo en las situaciones traumáticas se desenmascara la verdadera ética de las personas. Y algunas personas, sean futbolistas, periodistas o torneros fresadores, son para descambiarlas.