Darío Brizuela (San Sebastián, 1994) es el chico nuevo en el Carpena. Un soplo de aire fresco para los primeros sinsabores, un volantazo para las primeras curvas pronunciadas. El vasco ha caído de pie en Málaga. Lo anhelaban desde hace meses en la zona noble de Los Guindos, pero también la Marea Verde. Se llevó su primera ovación sin haber pisado el parqué. Uno de los nacionales, ya internacional con Sergio Scariolo, con mayor proyección y que en el Unicaja quiere dar un salto al siguiente escalón.
El escolta es baloncestista por genes. Aunque empezó jugando al fútbol -muchos de sus compañeros están en la Real Sociedad-, el destino estaba escrito y proyectado hacia el balón naranja. A los 11 años cambió uno por otro y entró en el Easo, desde el que dio el salto al Estudiantes con 16. Antes de eso tiene una anécdota curiosa en un campus de José Manuel Calderón, en el que con 15 años le hizo un mate al NBA Sonny Weems (ver vídeo inferior). Lo dicho, lo llevaba en la sangre. Su madre, María Arrieta, jugó en Primera División Femenina. Su padre, Javier, fue entrenador. Y, por si fuera poco, su tío Txus estuvo en el Baskonia. Precisamente él le inculcó esa pasión por la canasta, entre otras cosas, a través de la figura de Nacho Azofra. Curiosamente fue luego el que lo llamó para dar el salto al Ramiro de Maeztu.
Mucho cura no habría dicho que no a unos huevos de 15 años a la cara. @basquemamba #LaResistencia pic.twitter.com/XGwQPsKehE
— La Resistencia en Movistar+ (@LaResistencia) February 11, 2019
En Magariños coincidió con uno de sus guías ahora en Málaga. "Jaime fue un espejo para él cuando llegó a la élite, ahora es uno de sus cicerone en Málaga", explicaba Brizuela en una entrevista conjunta en El Mundo con Jaime Fernández, su espejo en su desembarco en la élite. Ya hacen diabluras juntos en el Carpena. En cierta manera recogió el testigo, se llevan un año, del madrileño en el Estu (donde también aprendió de Landesberg o Edwin Jackson) para ahora juntar nuevamente sus caminos. Ambos tienen ese descaro y desborde, ese flow del baloncesto callejero. También esa ambición por dar pasos adelante. El vasco se quedó sin vacaciones y se machacó en Granada durante el verano en busca de una oportunidad como la que ahora saborea.
Sorprende cuando uno bucea por las redes sociales ver el nombre del escolta cajista. En todas aparece la palabra "Mamba", con la que también se conocía a Kobe Bryant en su etapa de jugador. Aunque él le pone un aditivo, la 'Mamba vasca'. Lo más curioso es el génesis de este alias. Su hermano, con el que Darío vivió sus primeros años en Madrid y uno de sus grandes apoyos junto a su pareja, entró en sus perfiles y se lo cambió. No fue casualidad, el mítico escolta de Los Angeles Lakers copaba carpetas y fondos del ordenador de ambos. También perdían horas y horas viendo sus exhibiciones de cada noche en la NBA. Le gustó al jugador del Unicaja, que lo arrastra desde entonces. Ese '8' en la espalda tampoco es casualidad.
"No me pierdo ni un partido. Sufro más con el Arsenal que con mis propios partidos. Tengo 16 camisetas y seguiré coleccionando hasta que no me quepan en casa"
"La mejor experiencia de mi vida, un sueño hecho realidad", es el título de una imagen de Brizuela con Wembley de fondo. Otra de sus grandes pasiones, quizá la que más, es el Arsenal. Quién mejor para explicarlo que él. "Es una historia muy larga, muy larga... algún día tendré que escribir un libro sobre ella. Se juntaron muchas cosas cuando era un niño. Mi tío me regaló una camiseta del Arsenal, mis primos hablaban un montón de la Francia de Henry... y todo me llevó al Arsenal. Yo siempre he sido una persona que no le ha gustado ir con lo que le gusta a todo el mundo y en San Sebastián todo el mundo es de la Real y del Barcelona y como yo me quería separar de esos equipos", aseguraba en una entrevista en ABC.
"Elegí al Arsenal y al final eso se ha convertido en un fanatismo enfermizo. No me pierdo ni un partido. Sufro más con el Arsenal que con mis propios partidos. Tengo 16 camisetas y seguiré coleccionando hasta que no me quepan en casa. He estado en Wembley viendo una final de Copa contra el Chelsea, uno de los mejores recuerdos que he tenido en mi vida, y estuve en el Wanda el año pasado, que fue uno de los peores recuerdos", seguía este gunner, que hablaba de cómo lo vive: "Disfruto mucho viendo el fútbol, sobre todo el fútbol inglés. Me vuelve loco. Ser tan fan de un club es muy divertido, aunque ser del Arsenal es duro".
Este estudiante de Psicología, que dice aplicarla en su día a día, también tiene su lado más humano. En su etapa en el Estudiantes era asiduo a acercarse a la Residencia Infantil Villa Paz, donde hay niños huérfanos, cuyos padres no tienen la custodia o que simplemente no tienen recursos para cuidar. "Intento dar todo lo que he recibido", explicaba el escolta en un reportaje que le hizo la ACB (ver vídeo inferior), donde mostraba sus sentimientos: "Es de las cosas que más orgulloso me siento, no sólo jugamos al baloncesto para meter la pelotita, sino para hacer mejor la vida a los demás".
Así es y estas son las inquietudes de Darío Brizuela, un tipo preocupado por más allá de lo que pasa dentro de una pista de baloncesto. Apenas lleva una semana en Málaga y el guion se escribe con letras doradas. "No se le puede pedir más a la vida", decía poco después de llegar. El Unicaja es su plataforma para seguir escalando.