De enero a diciembre, así le ha ido al Celta de Vigo en un mal año 2019 donde las alegrías se cuentan con los dedos de una mano y los disgustos fueron la tónica habitual de un equipo que coqueteó con el descenso los 365 días del año. Tres técnicos, Cardoso, Escribá y Óscar García, que no han dado con la tecla de un equipo que ilusionó en verano con las llegadas de Rafinha, Santi Mina, Denis Suárez, Aidoo y Pape, pero que cierra el año en puestos de descenso siendo el equipo que menos puntos, 34, ha sumado en este 2019 que ya se va.
Mal comenzaba el 2019 en el Celta de Vigo, Miguel Cardoso había sustituido a un Antonio Mohamed en caída libre tras su buen arranque liguero y las victorias no llegaban. Aspas había caído lesionado en el Camp Nou en diciembre y el equipo pagaba su ausencia. El club se reforzaba con Lucas Olaza, Wesley Hoedt y Ryad Boudebouz para evitar sorpresas pero las derrotas ante Athletic Club, Rayo Vallecano, Valencia y Valladolid lo dejaban inmerso en la lucha por la permanencia.
Febrero fue peor para los celestes, cuando se esperaba la vuelta de Iago Aspas el delantero se probaba ante el Levante para confirmar que había recaído de su lesión. Sólo la victoria por la mínima ante el Sevilla daba algo de aire a un Celta que perdía ante el Getafe y el propio Levante antes de cerrar el mes con un mísero empate a ceros ante el Alavés.
Marzo supuso la destitución de Cardoso, sólo aguantó un encuentro, una derrota por la mínima ante el Éibar con un juego que causó bochorno entre todos los aficionados. El técnico dejaba un Celta peor, sin duda lastrado por la baja de Aspas que solo había jugado unos testimoniales minutos ante el Getafe. Llegaba Fran Escribá, el tercer técnico del curso.
Pero marzo también fue el resurgir del Celta, tras perder ante Betis y Real Madrid llegaba el día 30, el trascendental choque ante el Villarreal con Aspas ya listo. La remontada tras ir perdiendo 0-2 con goles de Aspas (2) y Maxi Gómez cerraban un mes agridulce.
El Celta solo perdía un partido en abril y poco a poco iba despejando su camino aún con el descenso como protagonista de cada agónico duelo. Los recibimientos en Balaídos alentaban a un equipo que había despertado del coma pero que todavía necesitaba de cuidados intensivos.
Mayo comenzaba con la victoria 2-0 ante el Barcelona, el Celta estaba virtualmente salvado a falta de dos partidos y cerró la salvación en el último partido de Liga con un empate ante el Rayo Vallecano con la tranquilidad de saber que el Girona necesitaba una gesta en forma de goleada para arrebatarles la permanencia.
La Liga ponía su punto y final con el Celta, sufriendo durante meses, en Primera y con Aspas revalidando, por tercer año, el Trofeo Aspas que lo acreditaba como el mejor delantero español de la competición.
Junio era el momento de las despedidas, especialmente la de Gustavo Cabral, que tras siete temporadas en Vigo firmaba por el Pachuca mexicano. "Un jugador emblemático, comprometido, ejemplar en todas sus facetas, líder y compañero pone fin a su etapa en el Celta", recordaba el propio club. También se marchaba Radoja, tras un año apartado por no querer ampliar su contrato.
En julio Maxi Gómez era traspasado al Valencia en una operación récord para el Celta, la marcha del uruguayo propiciaba el regreso de Santi Mina y el comienzo de la 'Operación Retorno' que el 30 de julio daba otro paso con el deseado fichaje de Denis Suárez.
El Celta volvía a la competición en agosto tras una pretemporada con altibajos pero con la sensación de tener mejor equipo que el curso pasado. A Santi Mina y Denis Suárez se les habían unido Aidoo y Jorge Sáenz. También regresaba Pape Cheikh, cedido por el Lyon, la tercera pieza de la 'Operación Retorno'.
En Liga el Celta era capaz de amortiguar un duro comienzo de Liga con un empate ante el Sevilla y una victoria ante el Valencia que no invitaban a augurar lo que sucedería después.
En setiembre el club ponía la guinda a su proyecto con Rafinha, el traspiés ante el Granada era el anticipo de los malos partidos ante el Espanyol y el Éibar. La destitución de Escribá se palpaba en el ambiente pero la victoria ante el Athletic, ya en octubre le regalaba una nueva oportunidad.
Octubre fue nefasto para el Celta, derrotas ante el Alavés, Real Sociedad y Betis ponían al equipo patas arriba, ya se dudaba de la plantilla, de su nivel y calidad, pero fue Escribá el sacrificado.
Su despido llegó tras perder el primer partido de noviembre, ante el Getafe, en ese momento el Celta confirmaba la llegada de Óscar García Junyent, un viejo deseado por la directiva celeste que ya le había dicho no al Celta en más de una ocasión hasta este sí.
El equipo recuperó sensaciones aún perdiendo ante el Barcelona, llegaba la victoria, casi un año después fuera de casa. El Celta convencía ante el Villarreal y el horizonte parecía despejarse. Pero los nubarrones volvieron a aparecer, el equipo no lograba vencer al Valladolid en Balaídos y desperdiciaba una buena ocasión para dejar tocado a rival directo.
Ya en diciembre caía con justicia ante el Leganés y volvía a tropezar en casa ante el Mallorca para cerrar el año dando una penosa imagen contra el Levante, en una segunda mitad de pesadilla. Ese mismo mes el Celta ponía la primera piedra de su ciudad deportiva, en un multitudinario acto de marcado carácter político.
Y es que la política, con Balaídos y la ciudad deportiva de Mos como protagonistas, marcaron todo el año con momentos más o menos tensos entre Carlos Mouriño y Abel Caballero. Un hecho que ha provocado que un buen número de aficionados piense que la parcela deportiva ha caído a un segundo plano tras otro año, el 2019, donde el Celta jugó peligrosamente con el descenso.